El pasado de la Balansiya musulmana sigue siendo todavía poco conocido. Sin embargo, flota en el aire un algo que evoca y, a la vez, no deja olvidar que durante más de 500 años esta tierra era una de las joyas de Al Andaluz. ¿Será el sabor de sus dulces? ¿El aroma del arrayán en primavera? ¿Los topónimos exóticos esparcidos aquí y allá? La Zaidía, La Boatella, La Xerea, Ruzafa, El Reial… son descendientes de los antiguos topónimos de origen árabe.

La mejor manera de conocer la Balansiya andalusí es de la mano de un guía, para poder perderse libremente por los callejones tortuosos, mientras recorréis el perímetro de la antigua muralla musulmana, construida entre los siglos XI – XII. Desde las monumentales Torres de Serranos, donde estaba la puerta de Bab Al Qantara, os adentraréis en las callejas del barrio de Roteros hasta llegar al Portal de la Valldigna, antigua entrada a la Morería. Desde allí saldréis hacia la calle Caballeros y, mientras buscáis las venerables ruinas, vais curioseando en las mil y una tiendas locales de aire informal y provocador.

El museo de la plaza del Tossal, antigua Alcudia – lugar alto, tros alt –,  os contará los pormenores de la construcción de la muralla y le hablará de la época en la que fue edificada. Al salir, su camino os llevará inexorablemente al Mercado Central. Un mercado anitquísimo que, según la costumbre musulmana, siempre se organizaba extramuros. ¡Qué mejor manera de conocer una cultura que a través de su gastronomía! Frutos secos, miel, turrones, horchata, fruta, verdura, especias… La abundancia de colores, olores y sabores es típicamente oriental.

Tras recuperar las fuerzas, el paseo continúa hasta el Museo Nacional  de Cerámica, ubicado dentro del espectacular palacio barroco del Marqués de Dos Aguas. Allí las exquisitas piezas de alfarería musulmana, mudéjar y morisca os hablarán de la otra historia de Balansiya: la de sus casas, de sus quehaceres, en definitiva, de su día a día. Allí comprenderá el viajero de dónde nos viene el gusto por el alicatado de los zócalos, los alfarjes en los techos, la costumbre tan valenciana de decorar los bajos de los balcones.

Podréis terminar el recorrido en el precioso recinto de la Universidad Vieja, donde se conservan los restos de una tenería, un oficio habitual en la época. O bien volver sobre vuestros pasos y poner el broche final al paseo en el museo de L’Almoina, donde las piedras de las casas os desvelarán el corazón de la vida privada de sus habitantes de antaño.

Tras la ardua ruta lo mejor para recuperarse es una buena ración de paella, plato estrella de la gastronomía valenciana, cuyo origen también se lo debemos a los pobladores musulmanes, quienes trajeron el arroz desde el lejano Oriente. ¿Dónde? Te lo dirá tu guía, J

¡Ven a descubrir Balansiya con nosotros!

 

Oxana Gorbenko.

Guía Oficial de Turismo CV.

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